Hay varias maneras de empobrecer el trabajo psicológico de los Centros de Adicciones, quiero llamar la atención sobre unos pocos términos de uso tan difundido y corriente, que pocas veces nos detenemos en su análisis. Son los que los jóvenes y adultos portan en su acervo, producto de cierta búsqueda asistencial o, del uso corriente de alguna charla pseudopsicologica.

El primero de ellos es “Tóxico”, creo que como pocos ha conseguido infiltrarse en lo cotidiano, banalizando su uso inadecuado. – No los abrumo con la etimología, deriva de toxicum, VENENO, entonces surgen frases de este estilo “Estaba metida en una relación tóxica”, “Mi madre tiene conmigo un influencia tóxica”.

Este uso del término quiere explicarlo todo, reduciendo lo complejo, la intrincado de un vínculo. Nombrando un modo de relacionarse, o un modo de ser, como una entidad totalizante. Nada queda en pie, en este reduccionismo, lo aplasta todo. Lo margina, lo estigmatiza, no existen aristas distintas, aspectos a rescatar, a considerar. El poder de una palabra.

El otro término que se impuso es el de “Limpio”. Una persona no guarda abstinencia del uso de una sustancia, ni ha dejado un hábito de vida poco saludable.  Está limpio. – “Llevo diez años y cuatro meses limpio”.

Lo limpio conlleva su opuesto, “lo sucio” vaya manera de nombrarse, de identificarse con lo peor, lo más bajo. Todo es parte de una despersonalización, del sujeto adicto, se pone en el lugar del objeto (como sucede con un consumidor de pasta base), cuando se ve compelido a la ingesta de sustancias malditas -tabú-, para descender algún escalón más, en esa búsqueda impiadosa consigo mismo lo denigrante, lo abyecto, ese es el lugar deseado.

Estos términos resultan aún más inapropiados cuando los que los usamos somos los miembros de un equipo. Es desconocer lo que puede tener de didáctico y de efecto terapéutico, señalar cuando alguien se presenta de esta manera…

– “Yo soy adicto desde los… años”.

– “No, no… cuál es tu nombre? Que haces? Que costumbres tenes? Con quien contás?“. Tal como ocurre con quienes se presentan como bipolares, asmáticos, cardiacos… Por último poder establecer un diálogo, que inaugure un vínculo distinto, donde lo importante no se centre en la Salud – Enfermedad, sino en modos de ser, costumbres, pensamientos, miedos o ambiciones. Mostrar que el otro, mediando la transferencia, es capaz de recrear modos de vida más saludables.

Ocupando el psicoterapeuta el lugar de escudero en esta aventura épica.

 

Jorge A. Torres